Hiriente y absoluta.


En la soledad hiriengte y absoluta a la que no he conseguido 
nunca darle nombres y entre 
sus sábanas que tantas veces 
recuerdo son del miedo hay 
todavía una arrolladora, inexplicable, casi 
vergonzosa ternura que creo 
que me asalta los ojos y quizá 
en ellos me devora. Pero me es difícil su sonido, 
por profundo. Nació acaso en mi luz primera 
y sé que estará también en mi noche última: 
luz y noche, esos polos simples del rincón 
estúpido que es mi vida, luz, noche y torsos 
sin cuerpo y con ternura 
que es quizá recuerdo 
de la que por ella tuve y de la que por mí 
quizá ella tuvo, este quedo alambre sobre el tono 
de una roñosa canción de radio o a través 
de los silencios que en los versos se respiran 
luz y noche y la enfermedad extraña 
que en mis ojos nacen telares sin sonido 
y por la que jamás me bastó el mundo 
y por la que siempre estuve 
como suspenso en vida.


Santiago Montobbio

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