Dejé poesía en el tintero y saliste tú.

Quisimos jugar
a hacer del invierno
una excusa para quitarnos la ropa
y terminamos haciéndonos la cama,
un día,
y otro,
y otro,
y ya era primavera en nuestra cara.

Intentamos
dejar de mirarnos
anteponiendo nuestros miedos
a las ganas,
pero entonces nuestros ojos
se encontraron con todos ellos
cruzando la calle,
de la mano,
y no volvimos a verlos.

Pretendimos
controlar cada latido,
pausar el pecho cuando se hacía de día,
malgastar el corazón a la primera
para no dejar poesía en el tintero.

Dormimos dándonos la espalda
en vez de las buenas noches
en un intento de matar al amor,
pero nos levantamos sin ropa
envueltas en un abrazo desnudo
que seguía el compás
de un beso con lengua entre dos bocas
llenas de ternura,
y aquel despertar
fue como abrir la ventana
y el corazón con ella.

Simulamos
anteponer la carne al cariño,
reducirnos a cuatro manos
llenas de polvos mágicos,
regalarnos un par de noches
y bailar con el amor en otras camas.

Pero entonces nos descubrimos
buscando nuestra cara por la calle,
el café de media tarde }
empezaba a saber a un día entero
entre las mantas de tu cama,
desaprendí a dormir
si tu voz no me decía esa noche
que el día siguiente nos veríamos
todas las paredes de mi casa
protestaban por tu ausencia
y cada reparo comenzaba a diluirse
por las paredes de mi espalda
cada vez que me acariciabas el pelo
y me decías que besarme
era como tocar una nube.

Y entonces yo,
en vez de bajarte el cielo,
te subí a él.

Nos quedamos aquí,
te dije.
Seamos una estrella
que se cumple.

Nunca tuve tantas ganas
de ponerle a mi rutina tu nombre
como ahora,
Es como añadirle una exclamación
a un puño de frases corrientes.

Elvira Sastre 

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