Quisimos jugar a hacer del invierno una excusa para quitarnos la ropa y terminamos haciéndonos la cama, un día, y otro, y otro, y ya era primavera en nuestra cara. Intentamos dejar de mirarnos anteponiendo nuestros miedos a las ganas, pero entonces nuestros ojos se encontraron con todos ellos cruzando la calle, de la mano, y no volvimos a verlos. Pretendimos controlar cada latido, pausar el pecho cuando se hacía de día, malgastar el corazón a la primera para no dejar poesía en el tintero. Dormimos dándonos la espalda en vez de las buenas noches en un intento de matar al amor, pero nos levantamos sin ropa envueltas en un abrazo desnudo que seguía el compás de un beso con lengua entre dos bocas llenas de ternura, y aquel despertar fue como abrir la ventana y el corazón con ella. Simulamos anteponer la carne al cariño, reducirnos a cuatro manos llenas de polvos mágicos, regalarnos un par de noches y bailar con el amor en otras camas. Pero enton...